Si a
estas alturas de Liga hay alguna persona que crea que el Betis puede salvarse,
debe ir con urgencia al médico porque, lo más seguro, es que padezca una severa
pérdida de cordura y sensatez. En esta ocasión fue el Celta, el próximo fin de
semana será el Espanyol y así sucesivamente.
El
Betis es como el pepino: se repite. Ni tan siquiera el hecho de ponerse por
delante en el marcador serenó, templó y le dio seguridad al equipo. Ni mucho
menos. En cuanto el conjunto vigués zarandeó el débil árbol verdiblanco, la
fruta podrida comenzó a caer. Se repitió lo de tantos y tantos partidos: errores
groseros e intolerables de una defensa que es un chiste malo. A este paso, le darán
a la retaguardia bética el premio nobel de cooperación internacional. Tres intentonas
del Celta, tres goles. De nada sirvió el dominio bético durante la primera
media hora del segundo tiempo. Los de Luis Enrique aguardaban bien agazapados a
la espera de que su rival volviera a meter la pata. Cosa que, naturalmente,
hizo, permitiendo que Nolito pusiera el 4-1 en el marcador. Después llegó el
gol maquillador de Rubén Castro, para que la derrota no fuera tan abultada
aunque, igualmente bochornosa.
Tras
veintiún partidos de Liga disputados, poco más se puede decir de un equipo que
se arrastra allá donde va. Que es incapaz de competir con dignidad y que se va
de cabeza a la Segunda División batiendo records negativos. Que penita.
LO MEJOR: que queda una jornada menos para
que acabe esta pesadilla.
LO PEOR: la infinita fragilidad de este simulacro
de equipo.
Demostrado queda que los jugadores son unos patatas. Y encima que son malos de solemnidad no compiten. Eso de tranquilos que hay tres equipos peores que el Betis, es lo que dicen ahora de nosotros.
ResponderEliminarY sigo insistiendo en erradicar lo del manquepierda, ya no vale. Muy bonito, muy romántico, pero no, suena a rancio y se está demostrando.