martes, 19 de noviembre de 2013

Su primera vez en el Villamarín


El pasado domingo cumplí un sueño: llevé por vez primera a mi hija Alba al Villamarín. Y además colaboramos con una causa benéfica muy necesaria a favor de los niños que padecen cáncer.
Llevaba tiempo deseando llevar a Alba a estadio del Betis. Ella todavía no entiende de qué va todo este circo que tanto le gusta a su padre. Con el tiempo lo entenderá y, espero, que sea de manera inteligente, dándole la importancia que se merece, que no es otra que la de un bonito y apasionante entretenimiento cargado de sentimiento para que sea emotivo y más placentero y, como somos del Betis, más sufrido. Pero para todo esto todavía quedan algunos años. De momento, con su inocencia y su felicidad infinita, disfruta al máximo de cada cosa nueva que descubre. Le fascinó ver a tanta gente cantando y tocando las palmas; saltó y bailó como una hincha más cuando por megafonía pusieron el “oe, mucho Betis eh” con la música de los Pet Shop Boys; recorrió la grada de Preferencia unas cuantas veces; comió pipas y gusanitos con su amiga Claudia y su tito Joaquín; y saludaba en la distancia a Palmerín. Al padre, obviamente, se le cayó la baba al suelo viendo como su hija disfrutaba de una bonita mañana en el Villamarín. Y también disfrute viendo a Gordillo por la banda con el tres a la espalda y las medias caídas.
Dentro de unos años, si ella quiere, iremos cada domingo de partido a Heliópolis para ver a nuestro Betis del alma. No pienso obligarla a que profese la fe verdiblanca. No voy a imponerle que sea bética. Le daré a elegir: o Betis, u otro deporte. Elegirá sabiamente.

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