viernes, 24 de mayo de 2013

Por mal que la vida venga

Ayer se fue para siempre Tate Montoya. Los que tuvimos el gusto de conocerle, aunque fuera de manera breve y puntual, nunca le podremos olvidar.

Conocí a Tate el día después de bajar el Betis a Segunda División frente al Valladolid. Fue en el primer Foro de Béticos de La Cartuja al que acudí. Ese día no sentamos a la mesa con José Luis Sáez, Presidente de la Federación Española de Baloncesto, que nos explicó, desde su experiencia y su punto de vista, cómo se debía gestionar un club deportivo del tamaño del Real Betis. El almuerzo y la charla fueron extraordinarios, en un ambiente ameno y distendido. A pesar de la circunstancia deportiva, hubo tiempo para las risas y las anécdotas, y ahí Tate era, como en muchas otras cosas, un fenómeno. Tenía el carisma y la gracia propia de los artistas de verdad. Cuando hablaba lo hacía de tal manera que captaba la atención absoluta del oyente. Tenía chispa, ingenio y un sentido del humor muy singular, inteligente y rápido. Me hizo mucha gracia el comentario que le hizo a José Luis Sáez cuando éste vio los invitados anteriores al Foro, refiriéndose a esa lista como variopinta. Tate le respondió que la lista era más pinta que varia. Genial era su anécdota del manquepierda, que la adornaba exquisitamente con recuerdos de su infancia y de su niñez.

Después de ese primer encuentro vinieron muchos más en los almuerzos que organizaba Pepe Moreno y en las dos presentaciones de los libros que escribió Tate y a las que el artista tuvo el detalle de invitarme. Cuando anoche me enteré de su muerte cogí el libro de poesía que escribió titulado “Cuatro estaciones”. Busqué de inmediato un poema que recordaba haber leído y que refleja su visión de cómo él se enfrentaría y se opondría a quedarse junto a los cipreses. Se muestra a la perfección su espíritu libre y bohemio.

Serios cipreses que ensombrecéis
la paz y los huesos de los que yacen.
Yo nunca vendré a quedarme:
me quemarán y volaré.
Lejos de ustedes.
A donde me lleve el aire.


Seguro que el aire le llevará desde Utrera hasta los rincones preferidos del artista: el mar, el amor, la tierra, el flamenco y el Betis. Ese Betis al que él quería tanto y al que le escribió una maravillosa canción con motivo del centenario bético. Ésa que dice aquello de verde el color de la hierba, la libertad y la esperanza; verde que te quiero verde, verde mi equipo del alma.

Un abrazo para toda la familia de Tate y para sus amigos, en especial para José Montoro y Pepe Moreno.

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