El Betis
pagó caro la primera media hora de juego, en la que no jugó con intensidad y
ambición. El empate en el marcador hubiera hecho justicia con los dos equipos.
La diferencia está clara: ganó el que tenía a Messi.
Y es
que el argentino está años luz del resto de jugadores. No es cuestión de ser el
mejor o el que más guste, sino de que es el más decisivo de todos los
futbolistas del mundo. En el Villamarín, dos destellos suyos bastaron para
poner un 0-2 que parecía definitivo. Su equipo controlaba sin problemas el
encuentro. Movía la pelota plácidamente y no concedía ocasiones al Betis. Pero
todo cambió en el minuto treinta y nueve. Un gran pase de Vadillo lo aprovechó
Rubén Castro para anotar su noveno gol en la Liga. El Betis se metía nuevamente
en el partido, y vaya que si lo hizo. La segunda mitad arrancó con el conjunto
de Mel presionando con más contundencia al equipo catalán. Gozó de buenas
ocasiones el Betis para empatar el partido, pero la madera, hasta en tres
ocasiones, privó a los verdiblancos de lograr unas tablas merecidas. El
Barcelona también dispuso de ocasiones para sentenciar el choque, pero también
se topó con los postes y con un Adrián sublime, sobre todo en una parada antológica
ante Messi.
Acabaron
los de Tito Vilanova perdiendo tiempo y pidiendo la hora. Así está permitido
perder. Dando todo lo que tienes dentro, dejándose el alma en el partido y
obligando a trabajar de lo lindo al mejor equipo del mundo.
LO MEJOR: la actitud del equipo.
LO PEOR: la primera media hora.
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