He de
reconocer que me pillé un buen cabreo con el tema Iriney. Con el tiempo, la
irritación con el futbolista se ha trasladado hacía los rectores del club,
viendo el resultado final de la operación.
Iriney
estuvo tres años en la disciplina verdiblanca, demostrando sobre el terreno de
juego un nivel de entrega y profesionalidad, que hacía tiempo no se contemplaba
por el Villamarín. El capitán se ganó el cariño y el reconocimiento de una
afición que, por mucho menos, ha idolatrado a otros jugadores que han pasado
por La Palmera. Pero llegó el momento de citarse en los despachos y los
gestores verdiblancos no han sabido gestionar correctamente la renovación del
jugador. Repasemos las cifras, que son las que mandan y ponen a cada uno en su
sitio. Iriney ganaba en el Betis 800.000 euros netos anuales y se le ofrece una
renovación por 360.000 euros netos. Menos de la mitad de su sueldo. El Betis
aduce que la economía del club es la que es y Miguel Guillén actúa de Rajoy, al
indicar que la herencia recibida no permite salirse de las directrices que
impone Bosch. Pero siempre que un puesto se queda vacante, hay que buscar un
sustituto. Y, ¿se pensó en la cantera al no haber cuartos? No. La maquinaria de
vídeos y contactos de Stosic se puso en marcha y llegó Nosa Igiebor. Volvamos a
las cifras: el fichaje del nigeriano ha supuesto 1 millón de euros más su
sueldo que, según dicen, estaría cercano a los 300.000 euros. Y llegados a este
punto, y después de contemplar las primeras e “indescriptibles” apariciones del
futbolista de color, yo me pregunto: ¿no habría sido más fácil invertir el
dinero de Nosa en la ficha de Iriney y seguir contando con un jugador que ha
demostrado su valía y rendimiento?
Llegados
a este punto, el refranero español es la mejor herramienta para describir los
acontecimientos. Además, del utilizado en el título se podría echar mano de
varios pero lo dejo a la elección de los amables lectores.
J. J. Barquín
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