Arranca en
pocas horas una nueva temporada en la que el Real Betis Balompié tiene la
obligación de volver a Primera División. Con Velázquez al mando y con
jugadores experimentados y de solvencia para la categoría de plata, el club de
Heliópolis debe demostrar que es el favorito número uno para lograr el ascenso.
Eso sí, con el nombre no se gana y habrá que trabajar duro para conseguir la
ansiada meta.
Una vez más, los béticos tenemos que campear el temporal de un fracaso
deportivo y volver a ilusionarnos con el retorno a Primera. Dicen que el hombre
es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra y, habría que
añadirle a esta acertada frase que, el bético, tropieza infinitas veces. Estos
traspiés continuos provocan que el aficionado verdiblanco repita, con mayor
frecuencia de la deseada, una travesía por el desierto, una bajada al infierno
que siempre concluye con un ascenso. El que sea pesimista pensará que de esta
maldición jamás vamos a librarnos y que, cada cierto tiempo, tendremos que ir a
pagar por nuestros pecados a lugares inhóspitos y nada deseables. El que no
confía en que un día esta situación cambiará, se ha acostumbrado a estos
vaivenes y a los sinsabores de una historia llena de sobresaltos, de cimas y
simas.
Y luego están los béticos que derrochan un optimismo descabellado y
utópico. En este grupo me incluyo porque jamás podrán arrebatarme las ganas de
soñar. Sueño con alcanzar la tierra prometida, con encontrar un oasis
permanente en el que alojarme y abandonar por siempre el desierto. Sueño con
unos dirigentes que estén, al menos, a la mitad de altura que está la afición
bética. Es una barbaridad el número de abonados que tiene el Betis tras la campaña que realizó el equipo la temporada pasada. Sueño también con que, como dice nuestro himno, estemos apiñados como balas de
cañón todos los béticos, dejando al margen los intereses particulares (que los
hay) de plataformas, asociaciones y fundaciones.
Y puestos a soñar, comencemos mañana en Sabadell. Desde primera hora hay
que demostrar que no nos corresponde esta categoría, que tenemos la obligación
de ascender y que lo vamos a conseguir. No será fácil, nada lo es, pero tenemos
que confiar en que el objetivo se alcanzará y que dentro de diez meses
estaremos celebrando, otra vez, que volvemos al lugar que jamás debimos
abandonar. Y a ver si de una vez por todas es para siempre. A ver si de una vez
encontramos la estabilidad soñada y le damos una patada a nuestra historia de
ascensos y descensos. Que así sea.
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