He
estado pensando a lo largo del día si escribir algo sobre la muerte de Manolo
Preciado o no. Los artículos de este blog versan sobre el Betis y los béticos. Hoy
haré una triste excepción.
No supe
de Manolo Preciado hasta que dimitió como entrenador del Racing en 2002. Llegó
a Santander un canalla profesional llamado Dmitry Piterman y se hizo con el
poder del club cántabro. El ucranio quiso jugar a ser entrenador al mismo
tiempo que presidente. Para ello, un entrenador titulado, debía hacer el paripé
y poner los papeles. Preciado, en un alarde de honestidad e integridad, le dijo
a Piterman que se buscara a otro payaso. Dimitry encontró a ese don nadie en la
persona de Chuchi Cos. Ese día pensé: vaya tío con dos huevos este Preciado,
que antepone sus principios y valores a entrenar al club de su tierra en
Primera División.
Desde
ese instante seguí la trayectoria de Preciado y empezó a caerme bien. Siempre se
mostraba afable, simpático y cercano, pero diciendo verdades y cantando las
cuarenta cuando debía hacerlo. Me alegré con sus triunfos y lo admiré aun más
conociendo su filosofía de vida, a pesar de los duros golpes que sufrió con la
muerte de su mujer y uno de sus hijos. En una entrevista declaró lo siguiente: “la
vida me ha dado duro. Podía haber sido vulnerable y acabar pegándome un tiro, o
mirar al cielo y crecer. Elegí lo segundo"
Siempre
te recordaré como un luchador, como un hombre de verdad, de los que no te
engañan y no te defrauda. Descansa en paz.